De los siglos XVI y XVII procede, sin embargo, una de las particularidades de la viña chiclanera que le hacen diferente a las del Marco de Jerez: su minifundismo, con apenas 0,76 hectáreas por explotación, el menor de toda la zona, que indica el fuerte carácter familiar de las explotaciones, originado por el constante sorteo que el Cabildo chiclanero hizo de tierras para la plantación de vid ante la demanda para la exportación a América.
Este carácter distintivo se refiere también a las faenas de la viña, como por ejemplo el tipo de poda (en rastras, típico de Chiclana, aunque en regresión), o el modo de plantación: éste suele ser del denominado Rectangular (70 %), frente al Marco Real, preferido en Jerez. Aunque ambos, según el Consejo Regulador, tienen por hectárea entre 3.500 y 4.000 cepas, con una producción total limitada a 9.500 kilos.